
El origen del Camino de Santiago
Para encontrar el origen del Camino de Santiago, debemos remontarnos a Jesucristo y fijarnos en la figura de uno de sus discípulos: Santiago el Mayor. Sabemos por la Biblia que fue llamado «hijo del trueno» debido a su fuerte personalidad siendo uno de los seguidores más cercanos e importantes para Jesús. Después de la muerte de Jesús, como otros apóstoles, decidió dedicar su vida a predicar y difundir el evangelio por todo el mundo, llegando a lo que era Hispania. Poco se sabe de su travesía por la Península Ibérica, pero tradicionalmente se dice que llegó a Gallaecia, ahora Galicia. Después de un arduo trabajo, regresó a Palestina en el 44 d.C., donde Herodes Agripa I ordenó su ejecución.
Traslado del cuerpo del Apóstol Santiago a Iria Flavia
Sin escuchar la orden del rey de enterrar a Santiago, sus discípulos Teodoro y Atanasio decidieron recoger su cuerpo y escapar en una “barca de piedra”. Los tres navegaron sin timón ni vela hasta llegar a la costa norte de Gallaecia remontando el río Ulla.
El lugar de destino fue Iria Flavia en donde amarraron la barca a un miliario de piedra llamado «Pedrón», todavía visitable en la iglesia de Santiago de Padrón. Este sería el punto de partida para los discípulos del apóstol que iniciarán toda una nueva aventura para dar sepultura al cuerpo de Santiago.
Iria Flavia estaba gobernada entonces por la reina Lupa, una pagana, la cual sometió a Teodoro y Atanasio a una serie de duras pruebas antes de permitir que el apóstol Santiago fuera enterrado. La más famosa es la de los bueyes que solicitaron los discípulos para trasladar los restos del apóstol. A fin de sabotear sus planes, la reina Lupa les hizo entrega de dos bueyes salvajes, pero gracias a las oraciones de Teodoro y Atanasio, los animales se amansaron, permitiendo a los dos fieles llevar el cuerpo de su maestro.
Según la leyenda, el lugar escogido para el descanso final para el Apóstol Santiago fue en una zona cercana a un manantial en el que se detuvieron a beber los bueyes. Esta fuente todavía se conserva a menos de 100m de la catedral, en la céntrica Rúa do Franco.
Tras conseguir su objetivo, la reina Lupa quedó impactada por el milagro y decidió convertiste al cristianismo y crear un arca de mármol para el descanso del apóstol (Arca Marmárica). Sus discípulos la cuidaron y protegieron hasta sus respectivas muertes, siendo enterrados a su lado. Pocos años después la ubicación de este singular lugar quedó en el olvido más absoluto.
800 años después, Pelayo, un humilde ermitaño que vivía en el monte Libredón comenzó a ver destellos en el cielo y cómo indicaban sutilmente una ubicación próxima.
Después de varias noches seguidas viendo el mismo fenómeno, Pelayo decidió viajar hasta Iria Flavia para contárselo al obispo Teodomiro. Una vez convencido Teodomiro, viajaron de vuelta a Libredón para comprobar el fenómeno estelar. Tras confirmar la historia de Pelayo, fueron juntos al punto señalado donde encontraron el arca con los tres cuerpos. Teodomiro se percató al instante de que acababan de encontrar la tumba de Santiago el Mayor.
Alfonso II, primero peregrino de la historia
Ante semejante hallazgo, Teodomiro viajó a Oviedo, capital en ese momento del reino, informando personalmente del descubriendo de la tumba del Apóstol Santiago al rey Alfonso II. El monarca quedó tan impresionado que se desplazó hasta el lugar para ver el arca con sus propios ojos, convirtiéndose así en el primer peregrino y creando lo que se conoce como “Camino Primitivo”.
Tras su viaje ordenó crear en el lugar un templo que diese cobijo al arca. Esta primera edificación fue el germen de lo que más tarde sería la Catedral de Santiago y por extensión la ciudad de Santiago de Compostela (Campus Stellae).
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